domingo, 22 de julio de 2012

Era de guerra y sueños

—¡Mi lord! ¡La bestia se acerca! —Gritaba el mensajero nervioso— ¡Tenemos que hacer algo y pronto!

—Calmad hijo mío —Dijo el rey parándose de su trono— detendremos esa bestia cueste lo que cueste. Alistad todos los guerreros, que se preparen para el combate.

El mensajero corrió con el mensaje en su lengua por todo el reino. Todos los guerreros se prepararon para el combate. Unos afilaban sus espadas aún con sangre fresca sobre ella, otros se ponían sus armaduras a medio oxidar. El cielo se puso oscuro y los aldeanos empezaron a rezar.

—Mi señor, la bestia ya derribo la primera barrera.

—Dejádmelo a mí —dijo el rey frunciendo el ceño— que ninguna tropa se mueva hasta que dé la señal.

El rey salió del reino cabalgando su caballo a toda prisa, quería enfrentar a la tan temible bestia por su cuenta. Al acercarse, la miro a sus ojos negros, profundos, dignos. Llenos de ira.

—¡Alejaos de mi reino! —grito el rey con euforia— nunca nos podréis derrotar.

Sin escuchar ni una sola palabra la bestia tomo al rey por sus brazos, lo levantó lo más alto que pudo. El rey trató de defenderse, pero su fuerza era inútil. Se dio por vencido y se dejo llevar en las cálidas garras de su adversario.

—Podrás detenerme a mí —Dijo el rey— pero nunca podrás parar las llamas de este corazón indomable.

La bestia lo miró con sus grandes ojos, lo acercó y respirando sobre él, le dijo.

—Hijo es mejor que vayas a dormir. Tómate tu leche antes de que se enfríe. Podrás seguir leyendo tus libros de aventuras mañana.

—Bueno señora.



Por: Juan David Montes / @MalEscrito_ 

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