domingo, 3 de marzo de 2013

Del puño al abrazo


Como diría Calle 13 en una de sus tantas canciones: “En el mundo hay gente bruta y astuta. Hay vírgenes y prostitutas. Ricos, pobres clase media. Cosas bonitas y un par de tragedias. Hay personas gordas, medianas y flacas Caballos, gallinas, ovejas y vacas. Hay muchos animales con mucha gente personas cuerdas y locos de mente…” El problema no es ese, el problema es otro. Somos muchos y diferentes, no se necesita ver más allá de la ventana para entender eso, y a pesar que llevamos más de dos mil años conviviendo, no hemos logrado convivir en paz. 

¿Qué motiva a los hombres todavía a pelear, a gritar, a discutir y tratarse del modo más vil y básico que la biología permite?, ¿Qué motiva a un universitario, en una sociedad liberal y de carácter creciente, en plena universidad pública en el siglo XXI a encapucharse y lastimar a otro ser humano en busca de un ideal? No nos enseñan a creer, pues para creer, hay que respetar; tal vez el día en que los musulmanes y los cristianos se dejen de matar, el día en que los hinchas del equipo rojo o verde no maten a los hinchas de un equipo diferente; el día en que cada uno de nosotros entienda que nuestras pasiones son nuestras, son egoístas y no necesariamente se deben compartir, tal vez ese día venga Jesús, hecho calma y paz y gobierne sobre el pueblo. 

¿Cuál es la necesidad de lastimar al otro? Esa es una pregunta que todos nos hacemos, y se queda en un vacuo pensamiento. No cabe en mi cabeza el por qué se mata, el por qué se grita, cuando se puede hablar, y le pregunto: ¿No siente usted qué en su cabeza tampoco cabe eso? No crea que los puños son los únicos con los que se lastima. Sé que a usted, como a mí, como a todos, le han dejado cicatrices con palabras y con acciones, que sin tocarnos un pelo, nos han devastado. Que no gobierne el rencor en su vida puede que no sea el secreto para el éxito, pero es uno de los pasos necesarios para una vida tranquila y plena; no es ser pendejo, ni dejarse pisotear, es usar ese recurso del habla, que tanto nos puede ayudar, busque enfrentar sus problemas no con golpes, ni con gritos, ni con armas, ni con acciones rencorosas. ¡Hable! tal vez eso le pueda ayudar. 

Esta es, en últimas, una invitación a la tolerancia. Si no le gusta, no mire. No es por contestar, es por un mejor mañana. Estoy más que seguro que el día en que hablemos nuestras diferencias, en que respetemos al otro y nos eduquen al debate, al dialogo, al enriquecimiento de ideas; ese día, seremos mejores. Nada mejor que levantarse y recibir el día, sea el que sea, con una sonrisa en la boca, una palabra en la cabeza, un café en la mano, una meta en los ojos y un rencor en el cajón del olvido.

Escrito por: Santiago Gil - @S_Inconsistente

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